"Hago falta. Yo siento que la vida se agita nerviosa si no comparezco, si no estoy. Siento que hay un sitio para mí en la fila, que se ve ese vacío, que hay una respiración que falta, que defraudo una espera...". Alfredo Zitarrosa
Luego de concluir los estudios secundarios en una escuela nocturna, y tras desarrollar con bastante éxito múltiples vocaciones -en distintos períodos fue poeta, locutor y periodista-, Zitarrosa se transformó en cantor casi por casualidad. Esto no le impidió, sin embargo, alcanzar desde su primera grabación una fama inusual para un debutante. Pero, curiosamente, el artista que seleccionaba en forma rigurosa su repertorio y que transmitía, mediante su portentosa voz, un mensaje claro y profundo, vivía en permanente conflicto consigo mismo. A menudo lo asaltaban dudas acerca de su desempeño como cantor popular. En más de una ocasión Alfredo se cuestionó su voz, el valor de sus textos, su calidad como intérprete y la legitimidad del sitio que ocupaban sus creaciones en el terreno de la canción comprometida de su tiempo.
Aquel contexto histórico -por todos conocido, no vale la pena ahondar aquí sobre los avatares políticos y sociales que vivieron el Uruguay y el Cono Sur entre mediados de los 70 y los 80- marcó en forma indeleble al artista y su obra. Sucede que Alfredo Zitarrosa, además de haber sostenido siempre una postura ética en su quehacer artístico, supo también conmoverse por los dramas sociales de su época. Frente a estos sucesos nunca mantuvo una posición neutral: esto hace inseparable su obra del marco histórico en el que se desarrolla.
Guillermo Pellegrino, del Prólogo
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