Pocos meses antes de su muerte, en diciembre de 1983, Julio Cortázar viajó a Buenos Aires para despedirse. En nuestro país permaneció ocho días, visitó amigos, recibió el cariño de la gente y la indiferencia del gobierno radical. Fue su último adiós al país que albergó para siempre todas sus historias.
La historia es así: durante años alguien lee ávidamente lo que publica un autor. Le gusta tanto que consigue todos sus libros, artículos para diarios y revistas, discursos, se compra también los discos que grabó el escritor con su voz profunda, adorna alguna pared de su casa con foto famosa y frase inolvidable. Pero ese autor ya no está vivo, y un día el lector se encuentra con que no le queda nada por descubrir. Con suma tristeza debe conformarse con releer una y otra vez, atormentando a otras personas con la narración de párrafos que considera imperdibles, copiando páginas que enviará luego por e-mail para el deleite o la desazón de familiares y amigos. Cada tanto algún suplemento o revista publica una nota, revela un dato mínimo hasta entonces desconocido, reproduce alguna carta enviada 40 años atrás, conmemora aniversarios de nacimiento y muerte. Y así vive resignado ese lector, porque no hay nada que hacer ante la muerte.
Hasta que un domingo cualquiera ojea distraído el diario y encuentra un titular que anuncia, rimbombante, la publicación de textos inéditos de su amado Julio Cortázar. Tratando de dominar la taquicardia y el temblor de las manos, se entera de que encontraron en una vieja cómoda sin revisar cantidades de papeles, cientos de palabras dormidas durante años. Cuando logra calmarse duda de la veracidad de la historia y de la autoría de los textos supuestamente hallados, pero el debate interno dura sólo unos minutos. Quiere saber de inmediato cuándo, quién lo editará, cómo consigue el libro, porque adelantan algunos párrafos y no puede ser otro el que escribió "Al hablarme te estabas como peinando o maquillando, siempre sola, siempre vuelta hacia ti, yo tu espejo Mireille, tu eco Mireille"1 o "los ojos se mueren de hambre en el metro"2.
Por fin llega el gran día, corre a una librería y ahí está: una pila altísima de ejemplares brillantes, las viejas hojas polvorientas convertidas en libros de tapas relucientes con olor a tinta fresca, bien grande el nombre del autor, un poco más chico el título, Papeles inesperados. Cuando le dicen el precio se paraliza, saca cuentas, duda, pero la tentación es más fuerte, la billetera no está del todo vacía, y lo compra. No lo lee, lo devora sin respirar subyugado con frases como "ya sé que la luna es macabra cuando uno piensa un rato en ella"3; con el contradictorio deseo de avanzar sin llegar nunca al final...
La nota completa en la edición Sudestada de colección #1 -
todo CORTÁZAR
El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.
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