Desde la salida de nuestro primer número, en aquel lejano agosto de 2001, nos acostumbramos a caminar sin certezas. Supimos desde el principio que la tarea, mes a mes, se redoblaría y que cada nueva edición representaría otro desafío. No hay certezas tampoco ahora, en la noticia que queremos comunicar, pero sí sensaciones y climas inconfundibles. Con el número que usted, amigo lector, tiene en un sus manos en este momento, Sudestada comienza a transitar una lenta retirada que tiene a diciembre de 2005 como última etapa, al menos por ahora. Con casi cuatro años de trabajo ininterrumpido, cuatro años de salir a la calle y cuatro años de trabajar superando innumerables contratiempos, intuimos que el final de un ciclo está cerca y sabemos también que no vale la pena disimular las sensaciones que surgen en momentos así. Lo curioso, lo inesperado, es que la primera sensación que se nos cruza por la cabeza a los que hacemos la revista no es la tristeza, ni el dolor: es la bronca. Bronca, malestar, por estar convencidos que este proyecto que hoy transita sus últimos pasos, no llegó a su techo y mucho tenía todavía por crecer. Bronca por saber que el número de lectores sigue creciendo cada mes, como así también sigue aumentando el costo de la impresión. Malestar por conocer las miserias y la hipocresía que rodea a los organismos oficiales y empresas comerciales que se han dedicado con pertinaz eficacia a burlar nuestros mensajes, a ignorar un trabajo cultural con pocos precedentes. Bronca por recordar ahora las reacciones de instituciones conocidas por su «preocupación social» por los problemas del arte y la cultura, que alegaron ridículas excusas para evitar cualquier colaboración. Y malestar también, para qué negarlo, por los roces y tensiones lógicos que son parte de la convivencia diaria en la redacción: problemas naturales en un ámbito de trabajo que pretende ser profesional, pero que no reditúa ganancia alguna (ningún miembro de Sudestada ganó jamás un peso con la revista). Esta compleja mecánica de trabajo llevó a este presente en que se repiten los inconvenientes, en que parece que nadie puede exigirle nada a nadie si no retribuye ese trabajo con dinero, en que hay que resignarse a que cada uno haga «lo que se pueda» para aportar a este proyecto. Pero esta irregular voluntad de todos los que colaboramos proyecta un presente de trabajo desproporcionado entre unos y otros, baches en el aporte de algunos, desgaste en otros y hasta faltas de respeto.
Hasta diciembre quedan todavía cinco ediciones por trabajar, y serán, sin dudarlo, las mejores de esta publicación que se propuso desde un principio un experimento arriesgado: probar que se puede hacer periodismo de manera distinta a los medios comerciales, intentar demostrar que el dinero no es motor de un proyecto que nos devuelve satisfacciones más importantes y, a la vez, confirmar que es posible sostener un manojo de ideas vapuleadas por la historia con coherencia, sin transigir, debatiendo y profundizando constantemente.
Nos faltan certezas sobre nuestra revista, pero nos sobran seguridades sobre aquello que nos motivó a dar los primeros pasos. Hoy, esas seguridades siguen más firmes que nunca. Ya veremos, cada uno a su manera y de la forma más conveniente, cómo llevarlas adelante.
El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.
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