Cuarenta años después de la caída en combate de su jefe, Ciro Bustos rompe el silencio en una entrevista exclusiva con Sudestada. En esta primera entrega, su relación con el Che en Cuba, su papel en la guerrilla de Masetti en Salta, su trabajo como organizador de la red de contactos y el balance que hizo con Guevara sobre el fracaso del foco. Fragmentos de una historia que hoy derrota tantos años de silencio y oscuridad.
Cuántos hombres fue el hombre que hoy camina, después de 31 años de ausencia, las calles de una gris Buenos Aires. Fue "Laureano", "Pelao", "Mauricio", "Marcelo" y "Carlos". Pero fue, principalmente, un hombre del Che. Así se define, desde ese lugar elige contar su historia. Una historia repleta de silencio, olvido, mentiras, infamias y derrota. La historia de una revolución continental que se truncó, y que se llenó de agujeros. La historia de Ciro Bustos, el del EGP de Masetti en Salta, el del ELN de Guevara en Bolivia. El que espera en su refugio en Suecia que alguna vez la verdad sea revelada, después de tanta farsa. El que espera, con su libro próximo a publicarse en Argentina (cuyo título será El Che quiere verte), contribuir a dejar atrás tantas páginas con borrones y preguntas que fueron cimentando una crónica incompleta. La de las últimas horas del Che en la selva boliviana. La historia de una revolución derrotada que fue, con el tiempo, faro luminoso para tantos otros que eligieron seguir el camino y el ejemplo del comandante argentino y de sus hombres, en aquellos días terribles de cerco y persecución.
Volvió a Buenos Aires y se sentó durante cuatro horas a charlar con Sudestada. Hoy, después de tantos años de silencio, le toca hablar a Ciro Bustos.
¿Es Alberto Granado quien lo pone en contacto con la operación del EGP?
Claro, yo me había ido a Cuba después que escucho la entrevista de Jorge Masetti allá, en la Sierra Maestra, con Fidel y el Che. Eso me impulsó a ir. Escuché la entrevista en Mendoza y lo recibí como un mensaje que no se podía eludir. Entonces me fui para Cuba. Y allí conseguí un trabajo en la provincia de Oriente, en Olguín. Era una época en que se había ido a Miami una gran capa de profesionales. Entonces faltaba gente para desempeñar tareas concretas, por eso me dieron un trabajo en una fabriquita de cerámica. Y la Universidad de Santiago de Cuba también quiso que tuviera unas clases allí de Apreciación del arte en una escuela nueva que habían fundado. Tenía que viajar de Olguín a Santiago, cruzando la sierra, porque daba clases los sábados y domingos, y volver otra vez. Y en ese etapa conocí al Petiso Granado. Él me buscó porque sabía que andaba un argentino por ahí, y me ofreció parar en su casa para evitarle gastos a la revolución. Así que empecé a ir todos los viernes a dormir a su casa, y me quedaba el fin de semana.
Las reuniones en la casa eran hablar todo el tiempo. Y él le transmitió todo eso al Che, entonces llegó un momento que quiso conocerme. Granado tenía la información de cómo vivía yo, del trabajo que hacía, que era bastante porque no solamente estaba con la cosa técnica de la cerámica sino con las milicias, el trabajo político que me encargaron. Todas esas cosas parece que le interesaron al Che, que ya tenía en marcha el proyecto para Argentina. Esa era su idea: sacar la revolución de Cuba y sembrar la idea de la lucha en otros países con mayores chances económicas.
¿Cómo fue ese primer encuentro con el Che?
El primer encuentro se frustró. Iba a realizarse en la casa de Granado pero me enfermé de una bronquitis muy fuerte, no podía ni salir de la cama. Era el 26 de julio y avisé que no podía ir. Así que cuando regresé, una semana después, el Petiso me dijo: "Tenés que ir a La Habana". Y fui, y la entrevista fue muy breve porque el Che ya estaba metido en el trabajo del Ministerio de Industrias, que le llevaba todo el día. Nos vimos como a las 3 de la mañana. El Ministerio tenía una especie de vivac, una cosa interna donde estaba la cocina, la guardia, ahí estuve como dos horas esperando. A esa hora salió a atenderme, no tenía mucho tiempo, y me dijo: "El que no puede ahora soy yo, pero alguien va a hablar con vos". Y ese alguien era Masetti, que había terminado un curso militar donde se había graduado de capitán, y ya estaba montando la operación del EGP.
Me llevaron a la casa de Masetti, me dejaron ahí con toda gente del Che, y hablamos todo un día. En esa conversación, que fue muy extensa, descubrimos muchas cosas comunes y gente que conocíamos de Buenos Aires, y tuvimos además una coincidencia en el sentido político: él ya estaba totalmente entregado a la revolución.
¿Y qué impresión le dejó Masetti en ese primer encuentro?
Muy buena, tenía una fuerza enorme, la fuerza comunicativa del entusiasmo. Y muy organizado mentalmente. Por supuesto, no comenzó diciéndome "hay tal plan". Eso fue desenvolviéndose en el transcurso de la conversación de todo el día, y terminó con que teníamos acuerdo en que era necesario tomar el poder desde el punto de vista revolucionario en Argentina, que el país estaba en una etapa de crisis política, entonces era un momento propicio para abrir un nuevo método de lucha política. Ya en ese punto, él me dice: "El Che tiene un plan. El Che quiere ir, y para eso necesita una punta de vanguardia que haga un trabajo previo". Yo le dije que estaba de acuerdo. Ahí se empieza a aclarar el asunto y hay una oferta concreta de integrar un grupo.
Y la idea era muy simple, hasta puede parecer un poco demencial, pero tenía una lógica, que es lo que me enganchó a mí: era lo único que se podía hacer, que era un pequeño grupo. No un escuadrón, sino un pequeño grupo que pueda entrar y comenzar un trabajo...
La nota completa en la edición gráfica de Sudestada nº60 - Julio de 2007
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