En medio de la crisis, los cartoneros se multiplican cada noche, con sus historias a cuestas. "Cartoneros. Recuperadores de desechos y causas perdidas", de Eduardo Anguita, es un retrato descarnado de esta realidad. Sudestada charló con el autor sobre los detalles de este fenómeno.
El periodista y narrador argentino Eduardo Anguita -autor de libros como "La Voluntad. Una Historia de la militancia revolucionaria en Argentina" (1997) y "Sano Juicio. Baltasar Garzón, algunos sobrevivientes y la lucha contra la impunidad en América latina" (2001)- se metió de lleno el fenómeno de los cartoneros: trabajadores nocturnos que -con carros tirados por animales o a pura fuerza de voluntad- recorren los barrios de Capital Federal y Gran Buenos Aires en busca de desperdicios para ser vendidos luego como materia prima reciclable. A través de cuatro historias de vida, Anguita ensaya en "Cartoneros.
Recuperadores de desechos y causas perdidas" (Norma), un análisis sociológico de las clases pobres en el país, desde la formación de las Villas Miserias hasta la crisis económica del 2001. En diálogo con "Sudestada", el escritor comenta cómo se construyen en los márgenes del sistema -y sin la asistencia del Estado- organizaciones laborales basadas en la solidaridad y en la ética.
-¿Qué dimensión le encuentra usted al término "Cartonero"?
-La palabra Cartoneros viene a dar cuenta del modo de subsistencia del sector más pobre de la sociedad Argentina que, durante mucho tiempo estuvo silenciado. Hoy es el principal oficio de las villas de Buenos Aires.
Al elegir esa palabra como título tuve presente obras claves como "Villa miseria también es América" de Bernardo Verbitsky, quien nos enseñó a llamar las cosas por su nombre y a dejar de lado los eufemismos. Puesto que en los últimos tres años los cartoneros ocuparon las páginas de los diarios -primero por la criminalización de la pobreza y, segundo, por el fenómeno del empobrecimiento de la clase media- creo que esa palabra identifica al oficio que desde siempre llevaron adelante botelleros, cirujas o carreros.
-Además de residuos, ¿qué valores recuperan?
-Primero la cuestión de la identidad. Una de las principales cosas que me llamó la atención fue la constante pregunta que los mismos cartoneros se hacen diariamente: '¿quién soy?' y '¿por qué estoy acá?'. En realidad, ellos entendieron que ser parte de una clase no alcanza, sino se tiene conciencia de ella. El hallazgo, entonces, es comprender hasta qué punto los cartoneros tienen en claro cuál es su lugar dentro del sistema. Estamos hablando de fenómenos de identidad en sociedades post industriales; por eso, ante tal fragmentación social, ese hallazgo es a mi entender sorprendente. La segunda causa que recuperan, es el trabajo. Porque recuperar quiere decir también: modificar, luchar para no dejar las cosas como están.
-¿Cree que se puede hablar de una cultura cartonera? tal como se observa entre los movimientos piqueteros.
-Si, pero hay una diferencia. El fenómeno piquetero surgió como un hecho sindical y político; ya nació con una identidad muy clara. Los primeros piquetes tienen que ver con la privatización de YPF, es decir, la clase obrera defendiendo a la nación. En el caso de los cartoneros el asunto es más complejo, el fenómeno de la identidad en ellos es más social que político. Creo que existe una cultura cartonera y que está dada básicamente por lo siguiente: el 'cartoneo' es una actividad individual e individualista y, como fenómeno cultural, lo llamativo es que se ha transformado en un trabajo comunitario que dio paso a la creación de asociaciones y cooperativas que no hacen a la lógica económica del capitalismo. Hoy en Capital se estima que son 40 las cooperativas de cartoneros.
-¿Y cuántos de esos trabajadores se calcula que visitan noche a noche la Capital Federal?
-No menos de 35 mil. En ese ejército nocturno están los cartoneros registrados, los que forman parte de cooperativas y los que salen a 'reventar' bolsas de basura, porque no conocen el oficio y no saben el circuito de la ciudad.
-¿La presencia de los cartoneros puso en jaque intereses económicos pactados entre el gobierno y las empresas privadas?
-Claro, sin darse cuenta los cartoneros se metieron en el gran negocio de la basura que, naturalmente, tienen los municipios con las empresas privadas encargadas de recolectar los residuos. Ellos fueron quienes pusieron sobre la mesa de discusión dos temas candentes: el vencimiento de los contratos de licitación para la recolección de basura, que ya hace un año que caducaron y que de todas maneras el gobierno prorrogó sin ninguna asamblea o consulta a las instituciones de participación popular. El otro tema importante es el Ceamse (Cinturón Ecológico del Área metropolitana Sociedad del Estado) que cumplió sus 25 años de contrato y también esta vencido. La capacidad de ese lugar -creador en la segunda mitad de los '70 y que impuso el método de relleno sanitario por sobre las usinas incineradoras- esta saturada.
-¿Cuáles son los principales obstáculos que deben enfrentar los cartoneros en las calles de Buenos Aires?
-La policía, sin dudas. Los uniformados tienen el poder y muchas veces, a los cartoneros que no tienen identificación, los molestan. Yo transcribo varios testimonios de cartoneros que tienen que lidiar con el autoritarismos policial.
-¿Y el problema del acopio de los residuos?
-Quizá ese sea el conflicto más inmediato para los cartoneros. Los lugares donde seleccionan la basura están muy lejos de sus recorridos y el transporte es carísimo, sobre todo si es a sangre humana como sucede en Buenos Aires. La tracción a sangre con caballo es oprobiosa para los que cuidan el medio ambiente porque ellos aseguran que se maltrata al animal ¡Claro para los ecologistas la carne humana no es un problema, en todo caso le compete al Ministerio de Trabajo!. Buenos Aires en este sentido es una de las ciudades más atrasadas.
La mirada del narrador y un proyecto solidario
Dos pasiones: el periodismo y la narración, se combinaron para que Eduardo Anguita realizara: "Cartoneros. Recuperadores de Causas Perdidas": "En un seminario sobre el tema -recuerda- conocí durante todo el día a muchos cartoneros que me comentaban su problemática. Mi sentido de narrador dijo 'aquí hay historias de vida', narraciones que además estaban alimentadas por la expresividad de los propios trabajadores, que son muy elocuentes. Me costó comprender por qué esas historias estaban en silencio y no era precisamente por pudor, sino porque esas voces no encontraban canales donde expresarse. Ahí mismo gesté la idea de un libro, a partir de una mirada narrativa. En toda historia siempre hay un debe y un haber para el escritor, y yo sentía que la visión de ellos estaba próxima a la mía. Creo también que los cartoneros se adelantaron a la problemática de muchos argentinos, cuando cuentan que fueron borrachos, que no les gusta ser cartonero, cuando relatan sus conflictos arriba y abajo del carro. Yo entiendo a este libro como una narrativa de la desesperación que, necesariamente, implica un compromiso del autor. Si no te desesperás, no podés contar la verdad. Eso mismo nos enseñó Rodolfo Walsh".
El compromiso de Eduardo Anguita con la pulseada que llevan adelante los cartoneros no sólo quedó en las 348 páginas de este nuevo libro. Mientras intenta crear un fondo fiduciario destinado a solventar el emprendimiento de cooperativas cartoneras, Anguita dirige el "Hogar El Armadero" que hoy está destinado a prestar ayuda a los trabajadores que recogen deshechos en las calles. "En ese espacio estamos ayudamos a distintos grupos a constituir cooperativas, a legalizarlas -explica- La idea es que puedan sacar un crédito solidario y con eso comprar una balanza como lo hizo la del Bajo Flores". De esta tarea solidaria de Anguita, surgió la "Guía de Servicios" -incluida en el libro- donde se detallan información indispensable para cartoneros como: urgencias médicas gratuitas y teléfonos de organismos de derechos humanos: "Fue una tarea hecha a pulmón para que les sirviera a los trabajadores como un elemento más de defensa y de ayuda. La estamos repartiendo cada vez el gobierno realiza registración de cartoneros"...
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