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Editorial

Loncopué dijo no

La localidad neuquina, situada a 300 kilómetros de la capital provincial, organizó en junio el primer referéndum de cumplimiento obligatorio alrededor de la perspectiva de impulsar o no la minería a cielo abierto en su territorio.

Singulares lecciones pueden extraerse del ejemplo brindado por los 7 mil habitantes de Loncopué. La localidad neuquina, situada a 300 kilómetros de la capital provincial, organizó en junio el primer referéndum de cumplimiento obligatorio alrededor de la perspectiva de impulsar o no la minería a cielo abierto en su territorio. Para validar legalmente el resultado, debía presentarse a votar al menos la mitad de los empadronados. Pues bien, votó el 72 por ciento de los vecinos y los resultados fueron de una contundencia histórica: el 82,08 por ciento eligió el sí (a la ordenanza municipal que rechaza la actividad extractiva) pero, en realidad, dijo no. No a poner en riesgo la salud de sus hijos a cambio del saqueo de los recursos naturales y la ganancia de unos pocos. No a la hipocresía y al doble discurso de un puñado de periodistas que, bien lejos de las preocupaciones cotidianas de la gente, opina desde su torre de marfil en Buenos Aires y señala con el dedo. No a un mecanismo de rapiña que arrasa con las riquezas del suelo y no deja más que contaminación y pueblos fantasmas. Loncopué dijo No a todo eso y ahora habrá que escuchar la voz que brota de este rincón de la Patagonia; una voz de enorme significancia en estos tiempos de ánimos polarizados, discursos oportunistas y mensajes manipulados.

Hoy, que ocupa un lugar marginal en la agenda de los grandes medios, vale retomar el tema de la megaminería porque, quizá como en ningún otro caso, deja al desnudo las contradicciones de un proyecto que, si bien en determinadas instancias se apoya en el poder que confiere la voluntad popular, en otras elige ignorar la ruidosa opinión de miles de argentinos que hace tiempo vienen batallando en defensa de un país sin saqueadores. Ahora que el Grupo Clarín y su ejército de esbirros con micrófono elije apuntar sus dardos en otras direcciones y abandona la pelea de pueblos como Tinogasta, por ejemplo, ya no quedan excusas para el otro consorcio de periodistas que durante semanas observó en silencio el avance represivo de las policías provinciales sobre las comunidades, relativizó el impacto ambiental de la actividad apelando a datos técnicos ofrecidos por las mismas corporaciones, deslizó suspicacias y sembró dudas sobre la real representatividad de las protestas, cambió de un modo inexacto el eje del conflicto (al situarlo en la órbita de la campaña desatada por Clarín para desestabilizar al gobierno) y, en algunos casos, modificó de un modo patético su opinión para mostrarse subordinado a las directivas de una gestión que cerró filas detrás de gigantes como La Alumbrera y Barrick Gold, entre otros.

Los mismos que saludaron a viva voz la recuperación de una porción mayoritaria de YPF por parte de su legítimo dueño buscaron las excusas más absurdas para justificar los episodios de represión a la protesta social en Catamarca y procuraron manejarse con extremo cuidado a la hora de referirse a los intereses de las transnacionales de la minería que trabajan en el país.

No hay caso, la voz de un pueblo, otra vez, rompió con las falsas antinomias, las agendas mediáticas de cada bando y ubicó la discusión en su verdadero eje. Más allá de las corporaciones monopólicas que controlen el negocio de la comunicación o del aparato partidario que hegemonice la función pública durante una etapa, los hombres y mujeres del país silenciado dejaron escuchar su reclamo: ellos quieren una tierra sana para sus hijos, un futuro con esperanza y un presente que no llene los bolsillos ajenos con las riquezas propias. Y a todos aquellos que deambulan entre el negocio y el oportunismo, les propinaron una enorme lección de orgullo y dignidad que ojalá se multiplique a lo largo de todo el país.

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