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Nuestra América

Jorge Amado. Flora y fauna

Recorrido por algunos de los entrañables personajes que habitan en los libros de Jorge Amado, uno de los escritores más reconocidos de Brasil, que dedicó su obra a la reivindicación de las personas más pobres de su pueblo destacando luchas, tradiciones y los rituales de las religiones afrobrasileñas.

En la región cacaotera de Brasil todo puede suceder. Hubo una vez un hombre, Joao Amado, que recibió varias balas en el pecho y no murió. Joao tenía una plantación de cacao en Itabuna, al norte del país. Allí se casó con Eulalia Leal y en el año 1912 tuvieron un hijo, Jorge, pero la inundación y la viruela los obligaron a huir hacia la vecina ciudad de Ilhéus a fabricar suecos de madera. Pocos años después se recuperaron y volvieron a plantar cacao, y entre el sol y la tierra creció el pequeño Jorge, con su piel blanca y su corazón de chocolate.

Influenciado por la vida del campo, Jorge Amado escribió sus primeras novelas (Cacao, El país del carnaval, Sudor), en las que transmitía la violencia que rodeaba su mundo. Poco a poco fue creando personajes inolvidables, héroes marginales, vagabundos, prostitutas, chicos de la calle, trabajadores pobrísimos y borrachos empedernidos.

La mayoría de los protagonistas de los libros de Amado vive, pelea, ama, muere en el mágico estado de Bahía. En el puerto y los morros, en la ciudad y en la playa, ellos deambulan en su búsqueda cotidiana de pan y de amor. Desde la primera página de Bahía de todos los santos, invita:"Y cuando la guitarra gima en las manos del cantor de serenatas, en la calle trepidante de la ciudad más agitada, muchacha, no tengas ni un minuto de duda. Atiende al llamado y ven. Bahía te espera con su fiesta cotidiana. Tus ojos se inundarán de pintoresquismo, pero también se entristecerán ante la miseria que sobra por estas calles coloniales donde se elevan, violentos y feos, los rascacielos. Si amas a la humanidad y deseas ver a Bahía con ojos de amor y de comprensión, entonces seré tu guía. Reiremos juntos y juntos nos rebelaremos". Rebelión y risa, características esenciales del escritor que reivindica el juego, la música, el amor, y a la vez no desprotege a los seres que echa al mundo: son luchadores.


La religión candomblé

En Jubiabá, Amado narra la historia de Antonio Balduino, quien cuando era un niño "vivía metido en una camisola llena de barro, corriendo por las calles y por los caminos cenagosos del morro, brincando con los otros chiquillos de su edad". En el Morro do Capa Negro todos consultaban al hechicero Jubiabá, que "llevaba siempre un ramo de hojas que el viento sacudía mientras el viejo iba pronunciando palabras en nagô (lengua africana). Llegaba calle arriba hablando solo, bendiciendo, arrastrando los calzones de lana sobre los que la camisa bordada ondeaba como una bandera". Los días de macumba, desde la casa de Jubiabá salían sones misteriosos de instrumentos primitivos, los asistentes se acomodaban en el interior mientras en la puerta algunas negras vendían dulces. Los dioses iban tomando posesión de algunos elegidos y "todos estaban excitados y todos querían bailar. Omolú (diosa de las viruelas) venía y sacaba a bailar a las mujeres. Antonio Balduino movía el tronco como si estuviera remando. Alzaba los brazos saludando al santo. Un aire de misterio se apoderaba de la sala y llegaba de todas partes, de los santos, de la música, de los cantos, y especialmente de Jubiabá, centenario y mínimo".

Los dioses africanos se mezclaban con los santos cristianos y así convivían Oxossí, el dios de la caza; Xangó, el dios del rayo y de la tempestad, la diosa Omolú; Oxalá, que es el mayor de todos, con un altar católico armado en la misma sala: "Oxossí era San Jorge; Xangó, San Jerónimo; Omolú, San Roque, y Oxalá, el Señor de Bonfim, que es el más milagroso de los santos de la ciudad negra de Bahía de Todos os Santos y del pai-de-santo Jubiabá. Es el que tiene la fiesta más bonita, pues es toda como si fuera candomblé o macumba".

Fantasía y realidad se cruzan irremediablemente, porque este autor necesita ver y experimentar para poder escribir. Así se introdujo en los rituales del candomblé y fue un luchador contra el racismo y por la libertad de las religiones en su país, donde es muy fuerte la raíz africana. Al mismo tiempo era miembro del Partido Comunista, pero eso no impidió que fuera nombrado Obá (sacerdote de Xangó), que es el más alto rango del candomblé. Más de un militante tragó saliva ante la visión de un "maestro" entre sus filas, pero Jorge Amado era tan libre como sus historias y no hacía caso a semejantes ortodoxias.


(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 91 - Agosto 2010)

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Autor

Carolina Uribe