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Plástica

Eduardo Favario: de Tucumán Arde al PRT-ERP

Fue uno de los fundadores del Grupo de Artistas de Vanguardia de Rosario. Desde allí, impulsó una profunda ruptura en la mirada del arte como herramienta política, hasta participar de la muestra colectiva "Tucumán Arde". Su decisión de integrar el PRT-ERP revitaliza una serie de debates postergados que interrogan acerca del rol del artista frente a una realidad que se pretende cambiar desde las raíces. Opina Graciela Carnevale.

1. Entonces llegaron ellos. Tumbaron de un golpe la puerta, revolvieron papeles, destrozaron muebles, robaron lo que pudieron, buscaron quién sabe qué llave. Frente a las pinturas que cubrían las paredes húmedas de la casa, no dudaron. No precisaban órdenes para hacer lo que sabían hacer mejor. Telas con dibujos abstractos, carbonillas inquietantes, fulgores de sombras los miraban a ellos. Molestaban esos cuadros. Los desafiaban. Y ellos no entendieron nada. Por eso, las tajearon con cuchillos. Por eso, partieron los marcos a rodillazos. Por eso, pisotearon aquellas obras que los interrogaban con el filo de sus trazos. Completaron su faena apelando al fuego, que coronó la escena con su furia de ceniza y humo. Después se fueron. El trabajo había terminado. El olvido se ocupó del resto.

"Durante esta semana una fuerte lluvia que cayó el lunes inundó parte de la ciudad, el arroyo Saladillo venía, y viene, con una fuerza bárbara, tal es así que socavó los cimientos del puente que une Saladillo con Pueblo Nuevo, enfrente del Swift. Era un gran puente de hierro negro, unido a tierra por unas grandes paredes de ladrillo, ¡parece mentira que se haya vuelto abajo! A este puente lo había dibujado una infinidad de veces, es el que ven asomar por detrás de la casa de peinados Lita, ahora Bar La cantina…".

2. El rescate, relativamente reciente, de la obra plástica del rosarino Eduardo Favario actualizó un interesante debate que tiene al papel del artista frente a la realidad social como eje cardinal. De ese núcleo se desprenden otras discusiones pendientes: el vínculo entre vanguardia artística y compromiso político, los límites de la ruptura estética y los desafíos que genera descubrir esa frontera, la continuidad o el quiebre que significó para un pintor como Favario abandonar el arte y elegir el camino de la militancia partidaria, entre otras. En todo caso, partir de la obra y el ejemplo de Favario es una buena oportunidad de volver a proponer preguntas que están directamente relacionadas con elecciones personales que, en determinado momento histórico, se funden con una elección colectiva.

Pero vayamos por partes. Después de años de borronear libretas con carbonillas y pinceles, Eduardo decide –en 1959– sumarse al taller del tucumano Juan Grela para profundizar sus estudios en pintura, dibujo y grabado. Tenía 20 años cuando, de forma más metódica, comenzó a hurgar en su expresividad plástica, y el lugar elegido fue el mítico "Gallinero" de Grela, discípulo de Berni y viejo precursor del Grupo Litoral. Allí conoció a varios con quienes después integraría el Grupo de Artistas de Vanguardia (GAV) de Rosario. En el medio de aquellas dos etapas, Eduardo aprovechó –en 1964– una beca para estudiar y recorrer Europa. Cada detalle de ese viaje, donde caminó museos y galerías en Bélgica, Francia, Italia y España, quedó registrado en sus cuadernos de notas. En esos apuntes personales, mezclaba comentarios mínimos sobre sus impresiones ante obras de artistas reconocidos ("Usa elementos como la perspectiva y dar toques alrededor del contorno de las figuras a fin de sugerir dinamismo. En sus últimos años parece disminuir su fuerza dramática", opina sobre Edward Munch); con líneas estéticas que iba anotando por el camino, como borradores de detalles para aprovechar en sus obras futuras ("Tengo que practicar las gamas blancas y negras. ¿Línea por color o línea por contorno?", se pregunta. Después añade: "Estoy entusiasmado con un cielo gris claro y un sol amarillo").

A su regreso a Rosario, algunos de los talleristas de Grela se juntan con estudiantes de la Escuela de Bellas Artes para conformar el GAV. Ellos serían los protagonistas de un movimiento cultural que, basado en la ruptura con la perspectiva artística burguesa, van a reavivar la necesidad de un arte estrechamente vinculado con la realidad cotidiana en años convulsionados. Tan lejos de museos y galerías como de premios y happenings, desde los márgenes de la provocación y la búsqueda de activar respuestas en el observador inquieto, el GAV propone un quiebre revolucionario contra el anquilosado universo de la plástica a partir de interferencias callejeras o acciones donde lo político se mixtura con lo cultural. La consigna era contundente: la creación debía incidir en la realidad y conmover al espectador. León Ferrari definía a esta tendencia: "El arte no será ni la belleza ni la novedad, el arte será la eficacia y la perturbación. La obra de arte lograda será aquella que dentro del medio donde se mueve el artista tenga un impacto equivalente [al] de un atentado político en un país que se libera".


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Autor

Hugo Montero