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El pucho en la oreja

La risa y la guerra

La guerra del Paraguay inaugura, en la Argentina, el carácter político de la imagen. Ningún evento anterior tuvo semejante dimensión gráfica. Necesidad de la imagen. Necesidad de decir de otro modo: la letra parece insuficiente si no es acompañada por un dibujo, por un grabado o una fotografía. Ver, además de leer o decir.

La guerra del Paraguay inaugura, en la Argentina, el carácter político de la imagen. Ningún evento anterior tuvo semejante dimensión gráfica. Necesidad de la imagen. Necesidad de decir de otro modo: la letra parece insuficiente si no es acompañada por un dibujo, por un grabado o una fotografía. Ver, además de leer o decir. Ver la guerra, las caras de la guerra, los huesos y los cadáveres apilados de la guerra; las torturas, los generales con sus birretes, los médicos de campaña; el cuerpo de Gaspar Campos, teniente coronel argentino, prisionero de guerra, amarrado a un potro después de dos meses de suplicio, y la imagen del momento exacto en el que Gaspar Campos muere de hambre a mano del enemigo. La guerra del Paraguay está hecha con imágenes y esas imágenes, que no son arte sino reproducción de una verdad, obsesión axiomática y moderna por una verdad, tienen por finalidad instaurar una memoria patriótica que no debe diluirse.


Hay pinturas, fotografías intervenidas y otras que no, óleos, grabados, retratos a lápiz y retratos derivados de fotografías; xilografías y litografías. Hay comercio de fotos y hay libros sobre la guerra saturados de imágenes; hay croquis hechos en el campo de batalla y cuadros pintados veinte años después a partir de esos croquis. Todo antes del final del siglo xix: imágenes en plena guerra, librada entre 1864 y 1870, de tres (Brasil, Argentina y Uruguay) contra un solo Paraguay; imágenes en los efectos de un nacionalismo romántico que encuentra en la guerra una identidad política común después de 1880. Para los tres países de la Alianza, la Guerra Grande es el último escalón antes de la modernidad. También para Paraguay, a pesar del exterminio de sus hombres. Lo que sigue para todos ellos es el proceso de occidentalización: intervención sobre la población y economía política. O sea, incorporación de los países al mundo capitalista, unidad administrativa y lucro. La Guerra Grande es una metáfora sufriente y bárbara de lo que se deja atrás y de lo nuevo que viene: abandonar un suelo de barro y de conflictos entre caudillos para que emerja la unidad política, la claridad en el mando y la apertura de los mercados. Es una otra racionalidad, de eficacia y no de pasión, de verdad objetiva, de imparcialidad. De pura ciencia contra toda otra forma de vivir.


Nuevamente: en la guerra del Paraguay importa la imagen. Durante la guerra y después. Importa para los brasileños, en la cantidad de retratos fotográficos que se hacen hacer sus soldados; importa para el gobierno uruguayo, al autorizar al estudio de George Bates a que se realicen una serie de fotografías en el frente de batalla, con apoyo del Ministerio de Defensa uruguayo; para la Argentina, la imagen de la guerra vendrá después, ya en la nación "civilizada", no en la de la "barbarie", y como parte de un proceso más amplio: la gestación de una iconografía política del Estado moderno argentino...


(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada. La razón por la que publicamos apenas un fragmento de las notas es, aclaramos, que la revista depende en un cien por ciento de la venta directa. No cuenta con subsidios, ni mecenas ni pauta alguna de ningún tipo o color, y se autogestiona desde hace quince años a partir de la venta de la revista en papel. Gracias por la comprensión)

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Autor

Gustavo Varela