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Los Redondos

Y mientras tanto el sol se muere

Un recorrido por el camino artístico y político de Los Redondos hasta la actualidad del Indio como solista. Una mirada que resulta análisis pero que también es, de la mano, pura pasión ricotera.

Sin duda, hablar sobre la música rock en la Argentina lleva indefectiblemente a pararse sobre la obra y sobre el fenómeno cultural de masas que fueron desde fines de los 80 hasta el año 2000, Patricio Rey y sus Redonditos de ricota; y a partir de su separación, lo que viene significando el camino solista del Indio Solari. Fueron, en el final de la "primavera alfonsinista" y la llegada posterior de la nueva "década infame", ese reflejo de una cultura subterránea que más allá de desarrollarse en un contexto político y social de libertad democrática continuaba por esos años siendo eso: un espasmódico grito de lírica y musicalidad diferente.

Si "Noticias de ayer", "Todo preso es político" y "Vencedores vencidos" incluidos en el disco Un baión para un ojo idiota de 1988; si "Nuestro amo juega al esclavo" aparecido apenas un año después en Bang Bang, estás liquidado; o "Nueva Roma" de 1991 de La mosca y la sopa; son la más cruda descripción de una realidad social que el rock presentaba en aquellos años. Si para muchos especialistas y críticos de música, León Gieco era y es la voz de lo que pasa desde la música popular, las líricas plasmadas por Solari en aquellos inolvidables temas realizan el mismo recorrido pero desde la cultura, el lenguaje y la postura del rock. En medio de los levantamientos carapintada que socavaban al débil gobierno radical de fines de la década del 80, el Indio escribía: "Mucha tropa riendo en las calles, con sus muecas rotas cromadas, y por las carreteras valladas, escuchás caer tus lágrimas". En toda esa década que condenó a millones a la desocupación y al desastre mientras unos pocos viajaban por el mundo a precios viles, Solari decía la frase lacerante y concreta: "¡Nueva Roma!, te cura o te mata... ¡Nueva Roma!, ya está".

En medio de esa ebullición sonora y de pose rebelde, los Redondos -y en especial su líder y cantante- comenzaron a escalar posiciones de masividad. Cada lugar para tocar quedaba chico, cada operativo mal organizado era desbordado, cada guiño estético desde arriba del escenario era festejado por miles. Abajo, los escribas de siempre se desgañitaban cada vez que alguien les ponía un micrófono para atacar a ese fenómeno popular, de barrio, que llegaba a todos los rincones del país. Si bien en su mayoría representó a miles de pibes desangelados, nunca buscó en su música -y principalmente en sus letras- hacer un rock sin intenciones. En cada apuesta lírica había una búsqueda, un camino, una mirada crítica (a veces esquizofrénica) de la realidad. Y en medio de esa road movie roquera y argenta, los límites de un lado y de otro siempre quedaban difusos. Mientras los (des)organizadores veían sobrepasadas las capacidades de cada escenario en el que se presentaban y desde el discurso se tenía una postura erróneamente anarquista, los miles de pibes que recorrían el país para ver al Indio querían hacerlo de cualquier manera, sin entrada, con violencia, perjudicando aquello que amaban y querían ver y escuchar.

Fiel encerrona del que dice querer buscar un camino diferente al resto: primero poniendo policías (así murió Walter Bulacio), sin efectivos (en los recitales de 1993 en el estadio de Huracán se vivió una verdadera batalla entre los seguidores y la barra brava del club que sin mediar conflicto alguno ingresó en varias oportunidades al campo de juego a pegarle a todo el mundo); otra vez policías en la cancha de Racing en 1998 (que conforme se avanzaba por las vallas al estadio les pegaban a todos los seguidores al tiempo que los perros ovejeros se llevaban algún que otro recuerdo entre sus dientes). ¿Es masividad roquera sinónimo de desorganización y violencia? ¿Podía una banda como los Redondos manejar esa ola creciente de fanáticos para que ellos mismos no se lastimaran? ¿Era esa la tarea de una banda de rock? ¿Se les exigía de la misma manera a otras con menor popularidad?

(La nota completa en Especial # 6 Jazz - Rock de Sudestada - Julio 2012)

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Autor

Martín Latorraca