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Entrevista con el escritor Ricardo Mariño

"Muchos perciben el humor como una liviandad"

La literatura infantil según Ricardo Mariño. Un autor que se toma en serio a los lectores aunque, o quizás justamente por eso, en sus libros predominan el absurdo, el humor y el disparate.

Lejos de la frivolidad pero sin caer en lo solemne, Ricardo Mariño escribe historias que hacen divertir a los lectores con buena literatura. Escapando a las fórmulas tradicionales, propone la lectura como un desafío que se disfruta. Aunque confiesa que empezó a escribir cuentos infantiles por casualidad, una vez que lo hizo no pudo parar de inventar personajes imposibles que viven situaciones absurdas, dialogan con el autor en medio del relato, y despiertan la curiosidad al mismo tiempo que alientan a los chicos a preguntar, cuestionar y sobre todo a descubrir que pueden pasarla muy bien leyendo.

-¿Por qué escribís literatura infantil?

-Me resulta divertido. No la diferencio tanto de la literatura para adultos, pero hay algo en el género que tiene una apertura muy natural a lo fantástico, a lo humorístico, a la ruptura con los otros géneros. En la literatura universal el humorismo no tiene un gran peso, aparece como un tono. Hay novelistas que tienen humor en cuentagotas, aparece una mirada crítica que uno podría asociar al humorismo.

-A veces, cuando algo es muy disparatado genera rechazo en los adultos...

-Tal vez en la narrativa haya una tendencia muy fuerte a distintas formas de realismo; es como que se prestigia lo serio. Cuando alguien hace humor en literatura pareciera que está jugando. En la literatura infantil también; muchos perciben el humor como una liviandad.

-¿Porque buscan que siempre haya una "enseñanza"?
-Por ahí lo que pasa es que lo que antes era la búsqueda de la moraleja muy concreta, en los últimos años se tradujo en un contenido progresista cuya carga moral queda invisibilizada por el hecho de que todos compartimos eso, pero no deja de ser como un imperativo. Si ser solidario es algo que se desprende de un mandato, es lo mismo lavarse las manos y los dientes que ser solidario. Es una especie de imposición, de una mirada elevada sobre el lector. Y de hecho hay mucha literatura progre de ese tipo, cargada de un contenido que uno no le criticaría, pero sí con cierta reducción de lo literario.

-¿Te parece que cuando son más chicos y los adultos les leen lo viven como algo puramente de disfrute, y cuando empiezan la escuela pasan a leer por obligación?

-Eso está mejorando mucho ahora. Yo hice como tallerista todo el recorrido de los distintos planes de lectura de los diferentes gobiernos desde el 83 hasta acá, y eso me permitió viajar y conocer muchos lectores regionales. Veo el trabajo de los docentes, de los bibliotecarios, y en ese sentido me parece que el cambio es bastante profundo, que a lo largo de casi todo el país se lee bien. Lo que uno podría objetar son cuestiones de orden político y económico, pero me parece que sí existe un cambio en los docentes, en el uso que hacen de la literatura. Encontrás, por supuesto, alguna maestra que dice que hay que subrayar las palabras graves, pero en general no: se busca una lectura placentera pero también que permita meterse en cualquier tipo de charla, de intercambio. No eso que antes era como una obligación: después de la lectura hacer un trabajito porque por sí sola no tenía valor.

-¿Hay mucha diferencia entre las provincias, con relación al apoyo que reciben?

-En este último gobierno se nota cierto esfuerzo por repartir libros, que en realidad son casi fascículos editados para eso. Yo lo valoro, pero no termina de resolver la circulación de los libros por las escuelas, que llegan a algunas bibliotecas, a colegios; pero te encontrás con situaciones de pobreza en escuelas de Corrientes, de Misiones, de Formosa, donde hay un solo libro que lo lee la maestra para todos y después están estos otros repartidos por el gobierno. De ninguna manera es comparable a una escuela de Buenos Aires, sea pública o privada, o de algunos lugares de Córdoba, de Rosario o la Patagonia. Eso está íntimamente ligado al poder económico de la comunidad en la que está la escuela.

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 101 - agosto 2011)

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Autor

Carolina Uribe