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Dossier

Los tantos ojos de Sergio Sergi

Los rostros del grabador mendocino Sergio Sergi se definen como metáfora grotesca de un tiempo ajeno. Xilografías y un recorrido biográfico de un artista poco reconocido, hacedor incluso del mítico aviso de Geniol. Opina el ilustrador Luis Scafati...

(*) Este artículo se reproduce por gentileza de la revista digital Sacapuntas (www.a-d-a.com.ar/sacapuntas.php)


En Mendoza ciudad, la avenida San Martín es la vía que conecta el sur con el norte y es un eje a partir del cual cambian los nombres de las calles. Hacia el norte, se extiende la Alameda, un paseo peatonal cercado de álamos próximo a la zona más antigua de la ciudad; hacia el oeste, se ve la precordillera en el azul que toma la geografía con la distancia. Apenas a una cuadra de donde termina la Alameda, en un pasaje llamado Patagonia, vive Sergio Hocevar, hijo de Sergio Sergi. Hocevar, que lleva el apellido real de su padre, se dedica también al arte; él mismo pinta. Pero además, se preocupa por difundir el trabajo de otros artistas de la provincia -como su propio padre, para quien diseñó y editó, en 1994, un libro con su obra xilográfica completa. No es fácil en Buenos Aires dar con material de Sergi, la colección permanente del Museo Nacional de Bellas Artes cuenta con ocho xilografías de las cuales hay expuestas solamente dos; menos aún con bibliografía: apenas hay un fascículo de Grabadores del siglo XX, del Centro Editor de América Latina. Por eso, ir a Mendoza en busca del libro editado por su hijo tiene algo de búsqueda detectivesca.

Sergio Sergi nació en 1896 en Trieste, una ciudad situada al norte de Italia que permaneció, sin embargo, bajo poder austrohúngaro hasta la Primera Guerra Mundial. En Europa vivió hasta los 31 años: estudió en la Escuela de Artes Gráficas de Viena y fue alistado en la guerra. En 1927 vino a la Argentina; luego de un paso breve por Buenos Aires, se instaló en Santa Fe. Más tarde hizo de la ciudad de Mendoza su residencia definitiva. Fue tan importante por su producción artística como por su labor docente. Murió en 1973. Según dicen varios testimonios, no le gustaba en absoluto que se hablara de él.

Si bien Sergi realizó esculturas y, según parece, también pinturas, el núcleo de su obra lo constituye el grabado, especialmente la xilografía. Esta disciplina no solo implica técnicas propias sino una diferencia fundamental respecto de la pintura: la circulación que nace de su posibilidad de reproducción y que lo acerca tanto al modo de recepción de los textos, hace de éste un arte más popular, lo que se traduce en modos de representación particulares.

Los grabados de Sergi, especialmente sus xilografías, pueden dividirse en dos grupos bien diferenciados: el de los retratos, serie más bien realista y el de las "escenas", marcadas por la deformación de corte más expresionista; es, justamente, este segundo grupo el característico del Sergi conocido. Los une el riguroso blanco y negro de las estampas, la síntesis formal y, si fuera cuantificable, esa intensidad que en ambos casos destilan. Acaso podemos encontrar otro nexo entre estos grupos: está dado por la importancia que adquiere la mirada (del que mira, del que es visto) en ellos. Un camino posible para leer la producción de Sergi es, justamente, seguir el hilo de estas miradas que a más y más ver, se vuelven centro de atención.

Esto es evidente, por supuesto, en los retratos, donde se percibe el dominio del dibujo, preciso y firme para captar con exactitud, la habilidad para organizar el plano y la elegancia de la resolución, acentuada en algunos casos por el uso de la tipografía. Son, en su mayoría, en madera; pero hay algunos en chapa, como -por ejemplo- el de su abuela (de 1919) o los del grabador Abraham Vigo (1946) y el pintor Gómez Cornet (sin fecha)...


(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada)

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Autor

por Diana Benzecry