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Viñetas sueltas

Censurado: la Dictadura y la historieta argentina

Marzo de 1976 fue el inicio de una sangrienta cacería contra todo aquel que pensara distinto a los dictadores de turno. La historieta argentina también pagó el precio en aquella etapa y hoy, 30 años después, un grupo de guionistas y dibujantes se encarga de reflejar con sus obras los recuerdos de una época negra para la historia local.

"Basta de censu" dice la pintada en letras negras, sobre el paredón. "O se le acabó la pintu, o no pu termi, por razones que son de domin publi", dice Mafalda, casi al pasar; una frase con un significado que va más allá de lo que las primeras lecturas pueden suponer. Quién mejor que Mafalda entonces -eterna paradoja de la reflexión adulta disfrazada en el cuerpo de un niño- para comenzar a hablar de historieta y censura.

Aprovechando su etiqueta de "literatura de evasión" (sello que comparte con la ciencia ficción, el policial y la novela rosa), no son pocos los autores que han visto a la historieta como un campo fértil para colar opiniones contrarias a los regímenes dictatoriales. Claro está, estos intentos no siempre han alcanzado el éxito, y en varias ocasiones el poder político ha puesto el ojo sobre estas viñetas "nocivas para la mente de los jóvenes", como dijera el senador McCarthy en Estados Unidos, allá por los años '50. En nuestro país, la censura a la libertad de expresión está indefectiblemente ligada con el trágico período de la dictadura, cuyo saldo de 30.000 víctimas lo convierte -y para siempre- en una herida imposible de cerrar.

Entre esos 30.000 se encuentra Héctor Oesterheld, guionista mayor de la historieta argentina. Miembro, en los años '70, de la agrupación Montoneros, su identificación ideológica comenzó a traslucirse con claridad en sus últimos trabajos: obras como El Eternauta 2 han sido, de alguna manera, denostadas y calificadas de "panfletarias", cuando no se tiene en cuenta que están hechas por un hombre cuyo principal motor, en ese momento, era mostrar a sus lectores la situación de la época desde su punto de vista, desafiante y crítico de la autoridad. Hecho que, desgraciadamente, terminó por costarle la vida.

También la revista Humo®, que permanentemente buscó desafiar al omnipresente ojo de la dictadura, fue objeto de amenazas y censuras -como lo habían sido anteriormente Satiricón y Chaupinela, durante el gobierno de Isabel Perón, hasta que terminaron por prohibirse-. Un caso paradigmático, y poco conocido por el gran público, fue el ocurrido en la Bienal de Historieta de 1979, en Córdoba. En el catálogo editado para el evento aparecían algunas viñetas con desnudos, dibujados por Richard Corben. Al enterarse de esto, el gobierno militar envió a unos conscriptos para que estamparan sus huellas dactilares sobre los cuerpos de los personajes. Esos dibujos, salpicados por dedos intrusos, son, sin duda, una aterradora muestra de la maquinaria dictatorial puesta en funcionamiento para la censura.

Por estos días se cumplieron 30 años de aquel nefasto 24 de marzo, y se vuelve imprescindible una reflexión sobre el lugar que ocupó la cultura en aquella oscura época. En nuestro caso, y como mencionábamos más arriba, veremos cómo la historieta, aún bajo la más cruel de las opresiones, buscó los espacios para hacer oír, camufladas, aquellas voces que tenían algo más para decir.

Imágenes de una historia oscura

Camouflage Comics es un proyecto creado en Internet (disponible al público gratuitamente en www.camouflageco-mics.com) por el teórico belga Aarnoud Rommens, en conjunto con la academia holandesa Jan Van Eyck. Este trabajo reúne historietas, ilustraciones y ensayos bajo una misma temática: la relación entre el arte, la censura y los derechos humanos. "Ahora que el Proceso de Reorganización Nacional (aparentemente) ha terminado" escribe Rommens en la presentación "y la democracia está reinstalada, ¿podemos decir que no hay más censura? ¿O solo hay astutos subterfugios? Camouflage Comics explora tanto visual como verbalmente las formas en que la dictadura (o experiencias similares) continúan dejando sus marcas en las prácticas de representación - por ejemplo, los comics y las ilustraciones- del presente y el pasado".

Una vez que ingresamos al sitio la portada es, cuando menos, impactante. Un texto escrito sobre una hoja amarillenta nos relata (en inglés) lo sucedido durante el Proceso, pero con varias palabras y frases tachadas. Si nos situamos sobre ellas podremos descubrirlas, y al mismo tiempo acceder a alguno de los trabajos de los 23 historietistas participantes, varios de ellos de larga trayectoria, muchos otros más jóvenes. El conjunto nos da un resultado heterogéneo y rico en matices, no sólo en el aspecto formal y estilístico, sino también en los diferentes puntos de vista elegidos por los autores para representar la temática en cuestión. Vamos a detenernos en algunos de ellos, para ir delineando los contornos del proyecto Camouflage.

Un trabajo interesantísimo es el realizado por Diego Agrimbau (guión) y Dante Ginevra (dibujos) en "Espíritu de Cuerpo". Aquí, la dictadura sirve de trasfondo para la historia de una hija de desaparecidos, que vive con el militar que la secuestró y su esposa. Cuando, al detectársele leucemia, necesita un transplante de médula ósea de un familiar directo, cae en la cuenta de que ellos no son sus verdaderos padres ("Se cayeron al agua, ¿sabés? Hace muchos años" le dice su madrastra). Además de los espectaculares trazos de Ginevra, la historia cobra un interés particular al no estar contada de forma lineal, sino que los distintos momentos de la trama se van entrelazando. "Se construye en la yuxtaposición de mosaicos, de recuerdos, de fracciones" dice Agrimbau. "Es decir, del mismo modo en que se erige la memoria colectiva argentina, quebrada por la violencia de una sociedad que nunca termina de constituirse".

El siempre mordaz humorista Sergio Langer aporta su particular visión con "Orgullos Castrenses" una serie de cuatro ilustraciones en donde la ironía y el trazo grotesco y pesado -características esenciales del autor- exageran la monstruosidad de estos personajes, a mitad de camino entre lo patético y lo siniestro. El texto de Rubén Mira que acompaña a la obra da una visión muy lúcida sobre esto: "En la Argentina el grotesco tiene una rica y profunda tradición, que pasa por el teatro, la literatura y por supuesto, el humor gráfico (...) creemos que tan notable como las vísceras que ese general luce en su uniforme, es la sonrisa y el orgulloso placer con que las luce (...) Ese general es realmente mucho más peligroso que uno que se toma las cosas en serio (como Videla) porque no tiene ningún límite". Pero también agrega que "la observación de la represión como un vodevil gigantesco del mal gusto es un poco reducida. Lo que sucede es que aquí, cuando se observa un rostro solemne y bizarro de un militar, o se lo ve sonreír, no se puede dejar de pensar que esa misma especie torturó, violó y mató mientras escuchaban por radio los partidos de fútbol del Mundial 78".

Ya que hablamos de ilustraciones, otro reconocido dibujante que participa del proyecto es Carlos Nine, con un trabajo titulado "Histeria Militar". Aquí, Nine busca retratar el rol de la sociedad como apoyo y aval del accionar de los militares; tal es así que dice que la "Dictadura Militar" argentina, en realidad debería ser rebautizada como "Dictadura Cívico-Militar". Las clases altas, los financistas, los empresarios eran quienes estaban detrás y apoyaron los métodos dictatoriales. "Ellos son el verdadero motor que dota de dirección la fuerza descerebrada (e histérica) de los militares".

Otro dibujante que pone el ojo sobre el rol de los civiles es Pez, con su serie de ilustraciones "Tanto Tiempo sin Verte". Este es sin duda uno de los trabajos más logrados, donde brinda una brillante reflexión de este país que supimos conseguir, bajo el peso de la tiranía primermundista, y la laxitud sus habitantes, embobados por espejitos de colores. "Mi patria ciega de mirar al norte. Mi Cristo sonso que carga los clavos de su propia cruz". Sin embargo, esta reflexión no está exenta de autocrítica "Y... ¿sabés qué? A pesar de todo, porque yo también te metí cuchillo... todavía te quiero". Una obra actual, shockeante porque nos toca de cerca y nos duele.

Otra de las visiones personales que aporta Camouflage Comics es la de Mariano Grassi, con su historieta "Deus Scite". Aquí, el autor propone un estilo de dibujo absurdo, cercano a lo naif en algunos casos, que contrasta violentamente -y por ende, resalta- el contenido de la historia. "Las ideas ‘serias' no necesitan un ‘envase serio', para lograr la linealidad o la coherencia, y es por eso que preferí un estilo de dibujo más ‘fresco'" cuenta Grassi. "En este comic no veo un vacío entre las imágenes y los textos. Si hubiera emparentado el estilo visual a la ‘seriedad' del guión, habría alcanzado una sugestión de ‘objetividad', que volvería al trabajo algo falso, o falsificado". En la historia, de una fuerte carga autobiográfica, se puede ver a torturadores y víctimas compartiendo juegos y bailes, en una muestra, quizás al igual que la obra de Nine, de la complicidad existente entre parte de la población y los militares. El guión, no obstante, es categórico: "Había una guerra" dice un chancho policía. "Un estado no entra en guerra contra sus habitantes. Eso es represión, cerdo hijo de puta" le responde una chica disfrazada de cowboy. En este juego de contrastes entre el dibujo naive y la intensidad del relato, se inscriben también "Katmandú" de María Lozupone y Rafael Cippollini (una conmovedora historia sobre dos hijos de desaparecidos) y el "Sin Título" de Martín Favelis, donde unos animalitos, dibujados con mano infantil, disparan agudas reflexiones sobre el poder.

La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº47

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Autor

Javier Hildebrandt