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Antihéroes

Luca Prodan: Un perdedor hermoso

Luca George Prodan fue el artífice de una nueva concepción musical en los años que la democracia volvía a nacer. Hoy, un mito viviente en la cultura rock argentina que no deja de crecer.

17 de mayo de 1953. Nace Luca en Italia en el seno de una familia de mucho dinero. Su rebeldía desde joven lo llevó, entre otras cosas, a ser expulsado de decenas de colegios, desertar del servicio militar, tomarse todas las drogas habidas y por haber o trabajar de sereno para sobrevivir.

Fue en un colegio escocés donde Luca conoció a Timmy Mac Kern, quien años más tarde lo tentaría con fotos de un lugar paradisíaco: vivir en las sierras cordobesas era estar fuera de aquél infierno londinense que lo atrapó en las drogas, en especial con la heroína. El día que Luca llegó a Buenos Aires, Germán Daffunchio, cuñado de Timmy y actual guitarrista de Las Pelotas, tenía una guitarra acústica, veinte años y era marinero. Cuando lo escuchó tocar a Luca supo que había algo especial en aquel italiano con acento extraño, que no lo iba a abandonar nunca más. Luca volvió a Italia y prometió regresar en pocos meses. Lo hizo para comprar algunos instrumentos con el dinero de la venta de su departamento en Londres.

De regreso, se trasladaron a Traslasierra, donde se sumó Alejandro Sokol, amigo de Germán. Sokol, en una de esas noches de damajuana, vodka y guitarras se rompió la nariz contra un árbol y le quedó una cicatriz que aún se aprecia en el rostro del cantante de Las Pelotas. En el '82 Sumo salió al ruedo en el oeste del Gran Buenos Aires y desde ahí no paró de brindar inolvidables shows hasta fines del '87 cuando Luca se despidió físicamente de todos nosotros.

Los reportajes que le hacían a Luca pasaban de la seriedad al humor en pocos segundos, pero siempre con buena predisposición, cosa que les reprochaba a los ex Sumo.

"¿Alguien me preguntó qué es Sumo? Sumo algo que hace tu abuela cuando no tiene nada que pensar". Respuestas de este tipo pintan de pies a cabeza a quien fue la persona que cambió el rocanrol en Argentina. Aunque parezca raro, un italiano que venía de beber la cultura inglesa en su esplendor de los setenta fue quien impulsó en nuestro país un fenómeno que crece todos los días en los sueños de cualquier chico que se lanza a la música, que a partir de Luca cambió definitivamente.

No le hacía falta más que un acorde para hacer tal vez la mejor y más íntima canción a la Buenos Aires porteña, Mañana en el abasto, con los olores y las miradas de las personas que transitan por las calles de la Reina del Plata, con esa sensación de las personas que se sienten parte de un lugar pero que son capaces de observarlo desde afuera.

"Sumo es como un casamiento para beneficio mutuo, para divertirnos, crear, para ganar guita y para comer. Si nos peleamos, se caga todo". En este tiempo donde el capitalismo cala hondo en las mentes de todo el mundo, Luca nos haría su clásico fuckyou y obviaría todo tipo de "costo de oportunidad" o "ganancia", porque Luca, a pesar de haber hecho la mayoría de las canciones de Sumo, firmaba como uno más para que todos ganen por igual y se mantenga una unión mística, solidaria, como un intento posible de otro mundo.

Cuando salió al ruedo con Sumo en Buenos Aires, atrás quedaban los interminables asados y zapadas en la casa de la familia de Timmy Mac Kern en Traslasierra, Córdoba.

Aquella cantina del pueblito Las Calles, en medio de las sierras, al que los paisanos de la zona llegan a caballo, ensillan su transporte y regresan de madrugada con unos cuantos tragos encima fue visitada por Luca que se iniciaba en la ginebra, vicio que lo acompañó hasta su muerte.

"Mis padres me tienen una envidia impresionante porque yo siempre hice lo que quise. A mi me trataron mal. Ahora los tengo que tratar bien porque son viejitos, que se vayan a la concha de su madre. Yo era chiquito y me trataron como la mierda. Con mis hermanos vivimos en una atmósfera de familia sin afecto y el afecto es lo más importante que hay. Tienen mucha guita y no me importa que si se mueren no me dejen nada". Luca era así, claro, sincero y no se guardaba nada a la hora de hablar con cualquier persona. Es interminable la lista de personas que se cruzaron alguna vez para charlar con Luca. Desde Sergio, el mozo que le servía ginebra en el Abasto hasta aquellos personajes invisibles que llevan en sus memorias y en sus sueños un pedazo de Luca, como un trofeo.

"El rock es música en inglés, chau. Que se vaya a la concha de su madre el rock nacional. Sabés lo que pasa es que casi la totalidad de los músicos de rock argentino son unos pajeros. Yo no los invitaría a comer a mi casa. A Pipo Cipolatti sí porque es divertido. Gustavo Cerati es un chetito con toda la guita de papi, se pinta, se pone el pelito así, es un pelotudo. Yo no hablo de la música, hablo de ellos. No me importa la TV color, la mina rubia, alta, linda y a la mayoría acá si le importa".

A pesar que Luca renegaba del rock nacional, había creado un nuevo concepto que le permitió a grupos como Los Pericos animarse a tocar reggae. Bob Marley, John Lennon o David Bowie llegaron al público argentino como propios, cercanos. Los nuevos sonidos, que Luca trajo del viejo continente y los adaptó al sentir porteño, instalaron un estilo que hoy se percibe en grupos como Los Piojos o La Renga, ni hablar de los ex Sumo, Divididos y Las Pelotas.

Dispuesto a morir en cada show, Luca se entregaba como una fiera indomable al ring del escenario. Una anécdota muy graciosa ocurrió en un show de Sumo. Alguien del público lo escupió a Luca mientras estaba cantando, y el pelado sin dudarlo se arrojó en la mitad del tema a la gente y le pegó un par de trompadas a un tipo, quien cuando finalizó el recital, lo fue a ver al camarín y mientras Luca lo seguía insultando le intentó explicar que él no había sido. Luca le terminó pidiendo disculpas, pero no hacía falta ya que se dio cuenta que el cantante era así, impulsivo, fanático, genial.

Bobby Flores, una noche junto a Luca tuvo un susto que resolvió de buena manera. Luca le había dejado un paquete envuelto en papel madera en la entrada de un boliche. Bobby, precavido, lo abrió y encontró algo gracioso. Luca llevaba 2 bifes para su casa, algo que nadie imaginaba.

Luca Prodan al mando de Sumo editó cuatro discos de estudio (Divididos por la felicidad, Llegando los monos, After Chabón y Fiebre) que marcaron un hito en el rock argentino de los ochenta. Desde la muerte de Luca a esta parte miles de copias piratas y recopilaciones formaron y agrandaron el mito del «Luca vive». Los ex Sumo aseguran que el que empezó a comercializar con la muerte de Luca fue un chico, amigo en esa época, que les pedía grabar los shows y que después desapareció.

Timmy Mac Kern con la ayuda de Germán Daffunchio, recopilaron en Time Fate Love y Perdedores Hermosos los primeros temas que registró en su portaestudio de cuatro canales. En estos trabajos aparecen las melodías europeas mezcladas con los sonidos propios de las sierras cordobesas, con gallos, vacas y pájaros.

Su última etapa se parecía más que nada a su vida en Londres, cargada de drogas y alcohol, con amigos nuevos y poco tiempo de dedicación a la música. Fueron en vano los intentos de ayuda de los músicos de Sumo porque Luca ya había decidido su final, nadie le podía hacer cambiar su idea de autodestrucción. El triste día del 23 de diciembre del '87, los ex Sumo encontraron la casa de Luca saqueada, se habían enterado más tarde que la policía y el vecindario hicieron desaparecer muchos objetos queridos. Con una sonrisa, como de niño dicen que lo encontraron en su cama, con una lágrima en los ojos quedamos nosotros ante la noticia, con un mito que recién comenzaba y que va a ser muy difícil que termine.

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada N°03)

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Autor

Ignacio Portela