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En la calle

Boxeo amateur en Luis Guillón: De la villa al ring

Una noche de viernes de abril un nutrido staff de Sudestada aterrizó en la sociedad de fomento "Domingo Rodríguez" para ver un par de peleas de box. Entre compases románticos de Leo Mattioli y jarras-maceta de cerveza, conocimos algunas leyes del boxeo y las historias de sus competidores.

Mientras un grupo de personas armaban silenciosamente el improvisado ring de box, las cuerdas eran magistralmente tensadas con gruesas cintas transparentes, la parrilla echaba humo y lentamente empezaban a colmarse las tribunas movibles de la sociedad de fomento Domingo Rodríguez. El futuro escenario nos prometía cinco peleas amateurs, una profesional, 60 pesos a cada boxeador, y por los pasillos, mucha cerveza y una multitud de choripanes.

Cuando ingresábamos presurosos al gimnasio una voz nos advirtió: "Esto es para la Federación de Box, la Federación te maneja todo". Esa fue la extraña bienvenida de uno de los organizadores, el hermano menor de quien peleaba profesionalmente. "Mi hermano peleó con Coggi, con Crucce, con Julio César Chávez", nos anticipa e inmediatamente nos presenta a la estrella de la noche, Silvio «el Mono» Rojas.


Rojas: El boxeo, las mujeres y la plata

Silvio Rojas es un boxeador que pasó de pelearse en la villa a recorrer varios países del mundo gracias a su profesión. Desde hace unos cinco años maneja los espectáculos a su manera, sin los clásicos padrinos del boxeo, y es patrocinado por todo tipo de personas. "La movida la hacemos nosotros para beneficio nuestro, pero no ganamos un mango acá. Ganamos cuando vamos a Europa. Yo peleé en Italia, en Brescia. Lo organizamos mi hermano y yo. A mí me ayuda el intendente, el ring es mío, los guantes también".

El hermano más famoso de los Rojas nos muestra una herida de combate, sufrida no precisamente sobre el ring. Su mano izquierda tiene un tajo considerable producto de una pelea callejera: "En Santiago (Chile), después de la pelea estábamos en un baile, y le pelearon a mi hermano y a mi hijo, y me metí. En el momento ni me di cuenta, después sentí que estaba todo mojado".

Las peleas persiguieron como un fantasma la vida de Silvio desde muy chico, una inevitable convivencia con la violencia. "Yo arranqué como aventura y cuando llegué a Buenos Aires salí campeón. Ayer se cumplieron 10 años de cuando peleé con Julio César Chávez, perdí por KO técnico en el tercero. De la pelea esperaba otra cosa, pero por las circunstancias de la vida esa vez yo fui vendido por plata. En esa época yo no tenía un mango... bueno ahora tampoco, pero en ese tiempo menos que ahora. Yo vine de una infancia de lo más bajo que hay, lo peor que te imagines. Esa pelea se arregló una semana antes. Me quemaba la plata, eran 2000 dólares para que me tire en tal round y chau. Después me iban a dar 6000 más. En ese tiempo era mucha plata para mí. Tal vez hubiese perdido por puntos, o tal vez hubiese terminado bien. Hubiese querido ser un tipo más destacado, pero no estoy arrepentido de la vida que hice. Me salió una vida buena a pesar de todo en el boxeo. Y gracias a Dios recorrí el mundo entero. Yo soy un villero, sigo siendo un villero, pero no un tipo sufrido de toda la vida, la he disfrutado y la sigo disfrutando hasta ahora: todo gracias al boxeo".

A muchas personas la rutina los aplasta, en el boxeo muchas veces pasa lo mismo. "Cuando ahora me subo al ring lo tomo como un trabajo, nada más. Subo arriba y que se dé lo que se dé. Igual que en la calle, para mí es como una pelea en el ring, si tengo que morir, muero. Yo prefiero que me pegue un boxeador que un tipo en la calle, aunque en la calle no se puede pelear más, cualquiera te mete una puñalada. Me pasó, gracias a Dios o a no sé quién, todos los años me agarro a piñas y salgo mal, pero en realidad bien, un poco destruido, pero salgo bien. Pero no perdí ni un pulmón ni un riñón por suerte. Yo soy villero de por vida".

La cumbia retumba en las chapas desvestidas de la sociedad de fomento y Silvio Rojas no se detiene, necesita contarle a alguien su vida ahora que está dejando el boxeo. "Muchos te abrazan, te dicen que hubiese sido campeón del mundo pero nadie te da una mano, ¿entendés? Cuando yo los necesitaba nadie me dio una mano. Antes me cuidaba más que ahora porque estoy dejando. Igual si tengo el apoyo de gente que me da plata me cuidaría más. Como no tengo mucho que hacer, dos o tres veces por año vuelvo a lo de antes, vendo en la calle. Este verano salí a vender espirales, no tengo problema, a mí la gente no me cree que soy boxeador y que peleé por todo el mundo. Para mí es más sufrido levantar una pared, como vendedor tengo libertad".

El ritmo seguía constante y una de las peleas estaba por empezar. La gente había copado tres pequeñas tribunas, pero parecía que eso mucho no importaba. "La plata ya la tengo de antes. No importa si no viene nadie, yo peleo igual. A mí me ayuda un político, uno de la droga, un policía, un farmacéutico. El que sabe de boxeo tiene la plata antes. Si viene gente, mejor"...


(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada N°18)

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Autor

Soledad Fracchia, Jaime Galeano, Ignacio Portela