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Nuestra América

El final de una Aurora

En los años del conflicto armado en El Salvador, Roberto Franco formó parte de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), una organización política y guerrillera. El 23 de noviembre de 1983 desapareció y hasta el día de hoy no se sabe nada de su paradero. Esta es la historia del titiritero que creó un personaje llamado Aurora, una rana de color rojo y pelo amarillo, con la que cumplió la misión de agitar a las masas estudiantiles y obreras con el objetivo de concientizarlas.

Magia y ausencia


La magia, ese arte de la aparición y desaparición de objetos, conduce a la sorpresa, a la exaltación, a la alegría. En el terreno de la existencia, la desaparición de personas no es magia, es una letanía, es un desierto infinito, es un mareo; la desaparición es un reloj que muerde y acciona a cada segundo; la desaparición de alguien es una espina que insiste en salir y visitar un lugar distinto, de una consistencia que lamentamos desconocer. No sabemos hasta dónde puede llegar el dolor. De todos los dolores que los hombres han creado para los otros, la desaparición sigue alta en el escalafón de los definitivos. Desaparecer a alguien es mucho peor que matarlo, porque es seguir matándolo, de un a poco que sin embargo es para siempre. La desaparición habilita a que cualquier otro, sin malicia, diga que nuestro alguien está muerto o está vivo, de acuerdo a su estado de ánimo. Para el cercano, para el círculo del amor, la desaparición es el infierno. Los que se quedan deben permanecer sin reacción, absortos por la duda que se transforma en ilusión y, a la vez, en derrota. Es entonces cuando el ánimo, derrotada esperanza en la lluvia, va ahogándose solo.

Entre todas las cosas que se dicen en torno a la desaparición de alguien, la más traumática para quienes lo quieren es que lo han visto; que, en un país lejano, caminaba por una acera hasta ser detectado y, rápidamente, cruzó esquivando; que trabaja en algo relacionado con lo suyo, solo que ya sin tanto brillo; que ha cambiado mucho y por eso no quiere volver.

Esto puede subir el tono hasta límites inimaginables, como, por ejemplo, que lo traicionaron sus compañeros de causa, aquellos a los que él les confió su futuro; que lo entregaron y lo asesinaron sin piedad. Cuando se escucha esto último, no importa si ocho días después de la desaparición de Tapia, uniformados irrumpieron en su casa y destrozaron todo. La desaparición inaugura algo cercano a la locura, no se puede pensar claramente, no se puede estar seguro de lo que vemos y pensamos. Nos confunden los uniformados que han vuelto a buscar algo más, y por eso vuelven a destruir la casa.

Su mujer aprovecha la circunstancia de una producción televisiva extranjera para bajar de una camioneta en marcha. Tiene cinco minutos, a lo sumo seis. Es como en un terremoto lo que pasa, el tiempo no ayuda. La cuna, la ropa de los niños, algunos juguetes, unas fotos. Entra al cuarto de trabajo y los títeres están acomodados aún, uno al lado del otro.

Toma a Mateo, a Aurora por supuesto. Con prisa los guarda. Es importante tener a Aurora para cuando Tapia vuelva...




(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada... ¿Por qué publicamos apenas un fragmento de cada artículo? Porque la subsistencia de Sudestada depende en un 100 por ciento de la venta y de la confianza con sus lectores, no recibimos subsidios ni pauta alguna, de modo que la venta directa garantiza que nuestra publicación siga en las calles. Gracias por comprender)

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Autor

Sergio Mercurio