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Papeles Amarillos

Tejiendo agua. El adiós a Leopoldo Brizuela

Traductor, antólogo, poeta, cuentista, pero sobre todo novelista, escribió una trilogía de ambición excepcional: Inglaterra, una fábula; Lisboa, un melodrama y Ensenada, una memoria. Deja una obra de una riqueza, complejidad y coherencia poco usuales consagrada a narrar desde los de abajo, los distintos, los rebeldes.

Un opúsculo desgraciado –cuyo título y autor no han de recordarse aquí– pretendió encerrar a Leopoldo Brizuela en una tipología tan torpe como injusta: la de los "jóvenes serios". Merced a una dudosa alquimia verbal –lo que natura no da, parece que tampoco La Sorbonne lo presta– el escriba responsable de ese libelo agrupó bajo un mismo rótulo a autores tan dispares como Pablo De Santis, Marcelo Birmajer, Guillermo Martínez y Leopoldo Brizuela. Nacidos más o menos por la misma época, inicios de los sesenta, comenzaron a publicar –en editoriales grandes– entre fines de los ochenta y fines de los noventa. Prácticamente allí se terminan sus coincidencias. De la ambiciosa escritura de Brizuela, que revisita a Shakespeare, a Dickens y a la narrativa popular del siglo xix desde la mirada de alguien que leyó a las vanguardias, y consagra su proyecto literario a narrar desde las subalternidades y las rebeldías a, por ejemplo, las sucesivas y llanas historias de hombres casados de Birmajer, el espinel es demasiado largo como para encerrarlo en cualquier categoría.

La acusación de no "hacerle trampas al lenguaje", de obedecer "lo que pide el mercado" es tan irrisoria que no merecería gastar palabras si no fueran, éstos, tiempos en que es necesario detenerse hasta en lo obvio. Basta hojear la novela Inglaterra o el libro de cuentos Los que llegamos más lejos para comprender que allí el trabajo con la lengua y las estructuras narrativas resulta muchísimo más complejo, original y rico que el de la mayoría de los héroes vanguardistas que el opúsculo aludido celebra. Por no hablar de la reflexión permanente acerca de la propia escritura, el arte, la sociedad, la política. ¿Será necesario agregar que en el capitalismo todo libro que se publica concurre al mercado en tanto mercancía? Además, ya hace mucho tiempo que ese mercado no es unívoco. Escribir para ser canonizado en ciertos cenáculos y obtener becas y sinecuras por supuesto es uno de los nichos de mercado. Y los capitales de sus transacciones no son precisamente sólo simbólicos.

A Brizuela se le achacaba también haber publicado la mayor parte de su obra en una multinacional. Así lo hizo a partir de obtener el premio Clarín 1999 (Vlady Kociancich, Augusto Roa Bastos y Andrés Rivera fueron los jurados). Quería para su obra la mayor difusión posible, incluida la internacional a partir de traducciones. Al fin y al cabo, lo que hicieron Saer o Piglia apenas tuvieron la posibilidad. Esa pretendida acusación peca, además, de anacrónica: era otro el sistema editorial argentino, sin la profusión de editoriales medianas o pequeñas que caracterizarían el momento posterior. Y Brizuela no era un paracaidista en el mundo de la publicación. Para entonces –detalle que desconocen, olvidan o escamotean los comisarios políticos autoconvocados–, ya tenía toda una historia en editoriales argentinas más pequeñas. Libros dedicados a compilar textos de otros autores acerca de la creación de cuentos y novelas. Reportajes en profundidad a mujeres músicas como Mercedes Sosa, María Elena Walsh, Gerónima Sequeida, Aimé Painé, Teresa Parodi, Leda Valladares. Por entonces, tales labores no recibían los aplausos –ni otras recompensas– de la corrección política o del feminismo.

El libro de cuentos Los que llegamos más lejos (2002) y la trilogía conformada por Inglaterra, una fábula (1999), Lisboa, un melodrama (2010) y Ensenada, una memoria (2018) demuestran que Brizuela no hizo concesiones mayores para mantenerse en el sello elegido...


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Autor

Juan Bautista Duizeide