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En la calle

"Llavallol, capital de carnaval": De pomos, chorros y travestis

El paso de los años ha dejado su sello en el carnaval. Los festejos en Llavallol son una mezcla de Pibes Chorros en el escenario, Caprichosos y Mimosos desfilando por las calles y una multitud de pibes alternando la espuma del pomo con la de cerveza.

Cuenta una milenaria leyenda que la fiesta del carnaval tiene como objeto espantar a los demonios y a los malos espíritus. Muchos años más tarde, si nos regimos por la vieja tradición carnavalesca, bien podemos decir que ni rastros encontramos de demonios ni nada parecido en las cercanías de Camino de Cintura, justo en la frontera invisible que divide a Llavallol de Luis Guillón, durante estos días de febrero. Allí se dirigió presuroso por el horario un nutrido equipo de observadores de Sudestada, para presenciar y participar de los festejos en la ciudad de Llavallol, bautizada por uno de los locutores del acontecimiento con el pomposo (pero nada desacertado, a decir verdad) título de "Capital del Carnaval 2003".

"El que no salta es un concheto" arengaba desde el escenario mayor el líder de la polémica agrupación Pibes Chorros, segundos antes del inicio del recital más convocante de la larga noche. Al ritmo de los éxitos de la banda, la monada convocada se desató. Chicos bailando en los brazos de sus padres, perros huyendo disparados de la multitud saltando y saltando, entradas que vuelan en la improvisada boletería dispuesta en las ventanillas de un añejo colectivo, el humo de los choris mezclándose con la espuma en las manos de los pibes, una groupie bailando desaforada entre los fierros de la escenografía, toda la noche. Llavallol en llamas. Recorriendo el paisaje del moderno carnaval sureño uno puede toparse sin sorpresas con una mujer policía moviéndose al son de los escasos acordes de la banda, casi con la misma naturalidad con que uno ve el fotógrafo oficial del grupo volverse loco tirándole chicos a los brazos del cantante para una foto que luego se cobra ("Este tipo nunca se ríe, che", protesta el reportero gráfico).

Mientras los vasos gigantes de cerveza Diosa van pasando de mano en mano, las familias siguen llegando al corso de a montones. En la ventana de una casa lindera, un puñado de fanáticas se desespera por sus ídolos sacando las manos por entre las rejas, como si fueran presos en medio de un violento motín; acompañadas por un par de osados espectadores que eligieron como platea una breve saliente a unos cuantos metros del piso, desde donde saltan y agitan agarrados de las rejas. La fiesta recién comienza y todavía falta lo mejor.

Los Pibes Chorros ya se van, otras tantas presentaciones los reclaman en quién sabe que otros destinos. Es el momento para el regreso a escena de la pareja de locutores de FM 94.9 Sintonía de Amor, es el momento de preparar a la multitud para el arribo de las comparsas, el clímax de la noche. Mientras los plomos desocupan el escenario en contados segundos, los redoblantes rompen la penumbra de la noche a puro ruido. En poco más, la calle Bahía Blanca se transforma en el corsódromo más nutrido del sur para recibir con las palmas bien arriba a los infaltables y antológicos Mimosos de Burzaco, una de las murgas con más años de vida por estas tierras. Los Mimosos se hacen dueños de la noche, aunque tardan en calentar el clima por la demora de la gente en apartarse hacia los laterales de la calle. Al principio hay caras de preocupación en las chicas de la murga, que ven como el paso se restringe y el espacio para danzar se comprime cada vez más.

Pero la murga suena y la cuota necesaria de alegría y locura la aporta la columna de travestis, bien pertrechada y en su salsa como nunca, se ganan el reconocimiento del locutor: "Muchas gracias al aporte del travestismo, con toda su magia", dice al micrófono. Ahora sí la murga impone la fuerza a su paso, pero ahí también comienzan algunos problemas. "Por favor, no arrojar espuma a los trajes de la comparsa", exigen los animadores, anoticiados de un grupito de pibes armados con sus pomos y bastante curiosos por el paso de Los Mimosos. (...)

(Lea la nota completa en la edición gráfica de Sudestada N°16)

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Autor

Soledad Fracchia, Jaime Galeano, Hugo Montero