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Malditos

Ahed Tamimi. Historias de una nueva intifida

Ella se llama Ahed Tamimi, tiene catorce años y es uno de los símbolos de la resistencia palestina. Es una entre cientos de jóvenes que salen a las calles con sus banderas y exigen lo que les corresponde. Pero entonces, en el momento de esta secuencia, tenía once años. Cuando se enfrentó a los soldados israelíes con el puño en alto...

A veces, no hacen falta las palabras. La potencia de una imagen aniquila excusas, sintetiza argumentos. La secuencia, filmada en 2010 en las cercanías de la aldea cisjordana de Nabi Saleh, generó un impacto tan contundente como efímero en la agenda de los grandes medios. Algunos días más tarde, los intereses de siempre disolvieron la historia en silencio e indiferencia de rutina.


Ella se llama Ahed Tamimi, tiene catorce años y es uno de los símbolos de la resistencia palestina. Es una entre cientos de jóvenes que salen a las calles con sus banderas y exigen lo que les corresponde. Pero entonces, en el momento de esta secuencia, tenía once años. Cuando se enfrentó a los soldados israelíes con el puño en alto, cuando gritó para conocer el destino de su hermano (detenido por el ejército de ocupación en un checkpoint), Ahed tenía esa edad. Entonces, su infancia estaba marcada por los juegos con sus hermanos: la rayuela, saltar la soga y el fútbol, sus preferidos. La casa de sus padres, frecuente blanco elegido por las fuerzas de ocupación para requisas nocturnas, era su refugio, su pequeño universo donde respiraba un aire viciado por la tensión generada por los usurpadores. A escasos metros de distancia, los colonos vivían protegidos por soldados pertrechados para una guerra.


Varios especialistas advierten desde hace años sobre los efectos traumáticos de la ocupación sobre los pibes palestinos: nerviosismo cotidiano, un estrés que afecta directamente su concentración en la escuela, la naturalización de algunas singularidades del entorno (la pobreza, el desplazamiento a la fuerza, la ausencia de alternativas, el desprecio de los colonos, la hostilidad de los soldados), una mirada hacia el futuro que no se aferra fácilmente a la esperanza. Ese es el escenario de la nueva Intifada, que hoy vuelve a posicionar al "conflicto" palestino en la primera plana de los diarios. Otra vez, los jóvenes son protagonistas: aquellos que, cansados de una realidad marcada por la opresión, carentes de una dirección política respetada, salen a la calle desesperados, en procura de generar acciones individuales que escaso daño provocan al tejido social de Israel, una de las grandes potencias militares del globo. Pero no sólo se enfrentan a las modernas armas de sus ocupantes, sino también a la complicidad miserable de la prensa occidental (particularmente la argentina), que repite eufemismos para eludir verdades. "Los palestinos están luchando por sus vidas. Nosotros, los judíos israelíes, estamos luchando por prevalecer como una nación de patrones, en la peor crueldad del término… Los privilegios son el principal factor que distorsiona la comprensión de nuestra realidad, nos ciegan. Gracias a ellos, no somos capaces de comprender que incluso con un débil liderazgo 'presente-ausente' el pueblo palestino –disperso en sus reservas indígenas– no se dará por vencido y seguirá encontrando la fuerza necesaria para resistir nuestra maliciosa ocupación", sintetiza la periodista israelí Amira Hass en Haaretz.


Estas son algunas historias protagonizadas por los pibes palestinos. Vale la pena comenzar con la de Ahed y su puño en alto, sus cachetes colorados de indignación, su valentía a prueba de miedos; porque ella sigue siendo hoy una de las referencias simbólicas de un pueblo que no se resigna y persiste en la pelea por su tierra, por su historia, por su identidad. Conocer sus pequeñas historias es un modo de sentirlos cerca, de no dejarlos solos, de seguir dando la pelea contra el uniformado relato que disfraza de víctimas a los victimarios y que pretende negarles a los palestinos el derecho a defenderse y a pelear por un destino mejor con el puño en alto, como Ahed a los once años...


(La nota completa en la edición gráfica)

Comentarios

Autor

Hugo Montero

Autor

Leandro Albani