Paradojas de la historia, el 12 de octubre un indígena puede ser electo por tercera vez consecutiva como Presidente de una Nación americana. El proceso de cambio encabezado por Evo Morales desde hace más de una década parece caminar rumbo a la continuidad. Los ojos del continente siguen con atención lo que sucede en un país en plena transformación, con sus aciertos y contradicciones. El cronista Tomás Astelarra señala las claves del presente político y ofrece un adelanto de su próximo libro: La Bolivia de Evo, donde indaga en las consecuencias y dilemas de un proceso único en la región.
Evo Morales no cree en las encuestas. En una entrevista realizada el año pasado con Ismael Cala, cubano, periodista estrella de la CNN, aclaró: "Se hacen en el eje central, La Paz, Cochabamba, Santa Cruz, y evidentemente hay buena aceptación en la áreas rurales. La gente reconoce el trabajo, el servicio. En 2005 decían 30 por ciento para el MAS, 32 por ciento para Tuto Quiroga. Un señor de una encuestadora de Santa Cruz me dijo: 'Ganan por más del 50 por ciento'. ¿Y por qué no dicen? No pueden. Ganamos con el 54 por ciento. En 2009 decían 48 por ciento, sacamos el 68". Qué mejor trabajo de campo estadístico que sus constantes viajes por los lugares más perdidos del país, en los que entrega obras y planes productivos, y su eterna relación con las bases, que puede mantener gracias a un delirante ritmo de trabajo (como el de cualquier albañil de la construcción en Buenos Aires), que amanece a las 4 y termina a las 12 de la noche, aprovechando apenas algunos minutitos de descanso en sus viajes en aviones privados y cuatro por cuatro.
Dicen que cuando vuelve de sus largos periplos desenrolla en su escritorio papeles arrugados con pedidos. Algunas veces llama por teléfono al necesitado, otras a algún ministro para pedirle que se solucione el problema. En el Chapare conocí a un niño de la calle que esperaba la llegada del Presidente porque si podía colarse en los actos, el Evo le tiraba un billete de cincuenta pesos. O a Don Darío Mendoza, viejo dirigente cocalero que me confesaba: "Muchos de los jóvenes que hoy lideran las federaciones no se acuerdan de nosotros. Pero el Evo cuando puede nos visita, no se olvida". Hasta cuentan que una vez agarró solito el auto de la casa de gobierno en la madrugada y viajó a Cochabamba para tocar a la puerta de su viejo amigo de militancia Oscar Olivera, líder de la Guerra del Agua, con quien hace años está enfrentado.
La encuesta que la consultora Mori realizó recientemente para el diario El Deber le da 54 por ciento de intención de voto, ampliando la brecha con Samuel Doria Medina, empresario dueño de la importante cementera Soboce y de Burger King, ex funcionario del Banco Mundial y ministro por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR, no confundirse con el nombre, fue uno de los principales socios del neoliberal Gonzalo Sánchez de Losada). Las grabaciones que se hicieron públicas, en la que Medina amenazó a la esposa de uno de sus candidatos, Jaime Navarro, para que no presentara cargos ante la justicia después de haber sido golpeada, terminaron de destruir su imagen: hoy tiene una intención de voto del 14 por ciento. En 2009 el principal opositor, el ex presidente de la Acción Democrática Nacional (ADN, del ex dictador Hugo Banzer), Jorge Tuto Quiroga, también cayó en desgracia luego de que se descubriera que un empleado textil que en las publicidades aparecía diciendo que si ganaba Evo se iban a acabar las exportaciones a Estados Unidos y se quedaría sin empleo, era conserje y chofer de su nuevo partido, el PODEMOS. Quiroga ocupa el tercer lugar con el 7 por ciento. El tercer opositor es Juan del Granado, del Movimiento Sin Miedo (MSM), que se hizo famoso por encabezar el juicio al ex dictador Luis García Meza, fue alcalde de Bogotá y aliado del MAS en sus primeros años de gobierno. Tiene una intención de voto del 3 por ciento. En el último lugar, con el 1 por ciento, está el líder del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Secure (TIPNIS), Fernando Vargas, candidato del Partido Verde.
Vargas saltó a la palestra política y se hizo mediático gracias a la VIII Marcha Indígena por el Territorio, que reclamaba el cese en la construcción de una carretera que unirá el altiplano con la amazonía, y de algunos especulan es una continuación del plan IIRSA, ahora orientado a los nuevos socios capitalistas de Bolivia, Brasil y China. La marcha fue reprimida y sentó un importante quiebre en el apoyo al gobierno de parte de muchos intelectuales, movimientos sociales urbanos y organizaciones indígenas como la Confederación Indígena del Oriente Boliviano (CIDOB) o el Consejo de Ayllus y Markas del Qollasuyo (Conamaq).
A pesar de la importante reducción de la pobreza, el aumento de planes sociales y el acceso de personalidades indígenas y de los movimientos sociales a puestos vitales del Estado, tras diez años de gobierno, comienzan a surgir importantes críticas a la labor del primer presidente indígena de Bolivia. Para muchos analistas, si bien con mayores retornos, la economía sigue en manos de las multinacionales, se continúa el modelo extractivista y de expansión del consumo, no se ha avanzado en políticas alternativas y la generación de espacios de autogobierno y respeto a los territorios y culturas ancestrales, se ha frenado el proceso de recuperación de tierras y se multiplican los casos de corrupción, represión y criminalización de la protesta social. La nueva Ley de Minería, que habilita la represión y prioriza el acceso al agua de los emprendimientos extractivos, es una muestra de este cambio de política que contradice los discursos a nivel internacional acerca del "Buen Vivir" y el respeto a la "Pachamama". Esta ley fue hecha a medida de las cooperativas mineras, que están entre los principales aliados del gobierno, con legisladores, ministerios y un fuerte poder de movilización.
Hoy, peleando mano a mano por la ganancia del modelo con las empresas multinacionales del sector, no pagan impuestos, no cumplen normas de seguridad laboral y ecológica y hasta cuentan con grupos paramilitares que amedrentan a las poblaciones aquejadas por la contaminación de ríos y lagunas. Su principal producción es para la exportación, en especial el oro. Algo similar sucede con los "colonizadores", entre ellos los cocaleros, antiguos habitantes del altiplano que fueron "relocalizados" al oriente amazónico y cuentan con poderosas estructuras de poder político y económico con fuertes alianzas con la antigua burguesía agroindustrial de Santa Cruz, talando bosques para sembrar coca, soja, azúcar, maíz y otros productos, principalmente también para la exportación. Son parte de una importante base social que hoy, ante la impávida mirada de muchos gringos que creían a Bolivia como el último reducto de defensa del medio ambiente y la cultura ancestral, vota a favor del desarrollo capitalista, el acceso a servicios básicos, telefonía celular, carreteras, estadios de fútbol y modernos megaproyectos como el teleférico de La paz, el satélite Túpac Katari, el Rally Dakar pasando sobre el salar de Uyuni, nuevas industrias y una costosa planta de urea y amoníaco para exportación al Brasil ubicada en pleno corazón del Chapare. El último censo mostró el paradójico dato de una reducción del 62 al 41 por ciento de la gente que se considera indígena en Bolivia.
"A mí me sorprende. Hay compañeros que por falta de servicios básicos, por conocer la luz, agua potable, televisión, entraban a la ciudad. Y siento, a lo menos estoy equivocado, no soy sociólogo o antropólogo para estar estudiando estas cosas, que eso está creciendo y ya no se creen guaraní, ni quechua, ni aymara, piensan que tienen otro rango de vida", aclara a Cala, Evo Morales, claro representante, y quizás por eso seguramente presidente de Bolivia por tercera vez, de una población volcada al "progreso".
¿Qué tienen para ofrecer los antiguos políticos neoliberales y los expertos sociólogos y antropólogos gringos? El que esté libre de culpa moderna, consumista y extractivista, que tire la primera piedra.
(La nota completa en Sudestada N° 133 - octubre de 2014)
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