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Entrevista con Ariel Ardit

"El estilo, lo que hago, es porque escuché a Gardel"

Como tantos otros, quiso ser jugador de fútbol y no pudo. Pero con una voz singular y un profundo estudio del canto lírico, hoy juega en primera en el mismo equipo que Carlitos Gardel. Elige como postal una milonga llena de gente, recorre el mundo con su música, se fajó con luchadores sobre un ring y hasta se dio el gusto de cantar un tango con Diego Maradona en Dubai. En síntesis, un milonguero auténtico.

Parece que eligió el tango para romper con todos los lugares comunes del género. O bien, podría decirse que el tango lo eligió a él para que mostrara otra cara, bien alejada de los estereotipos del cantor enojado a la gomina, de gesto adusto y frases que resuenan como sentencia. Con Ardit no hay caso, su voz y su mirada sobre la música nacen desde otro lugar, ajeno a las poses de antaño, más profundo, más cercano, más entrañable.

- ¿Cómo fueron tus comienzos desde el estudio del canto lírico?

-Mis comienzos fueron con el tango, pero mi formación sí se inicia, y sigue todavía hoy, con el estudio del canto lírico. Sigo tomando clase una vez por semana. En mi casa se cantaba: mi mamá, folklore, también mis tíos, mi abuela, mi viejo de grande también se animó con el canto y la guitarra. Entonces, en las reuniones familiares se tocaba y yo cantaba de chico. Mi vieja y mis tíos tenían un trío cómico y cuando yo tenía cuatro años debuté en vivo en el teatro Luz y Fuerza de Córdoba: me subí al escenario y me largué con una imitación de Sandro (canté el rock "Atmósfera pesada") y otra del Hacha Ludueña, que era un jugador de fútbol de Talleres. Luego fui creciendo y me entró esa timidez de la adolescencia y dejé de cantar, pero por suerte duró poco. Siempre digo que si algo es vocacional, no hay manera de frenarlo, no podés reprimirlo: si encerrás una polilla en un ropero y le abrís a los dos meses, sale un dinosaurio. Esa es la vocación.

Mi vieja fue la que me dijo que si me gustaba cantar porqué no me dedicaba a estudiar. En el edificio donde vivíamos había un profesor de canto lírico, y entonces empecé a formarme seriamente para ser un cantante profesional.

En un punto fue una casualidad, como lo fue también el tango, porque en una de esas reuniones familiares escuché un disco de Gardel y a partir de ahí me convertí en un estudiante de canto lírico, pero que quería cantar como él. Fue un modelo para mí, con lo cual si Gardel cantaba otro género, yo hubiera cantado eso. El estilo, lo que hago, es porque lo escuché a Gardel.

- ¿Cómo era la relación musical con los amigos de la barra de aquellos años, siendo que vos escuchabas tango, lírico y no rock?

-Era raro porque el recuerdo que tengo de mi adolescencia es que sabía mucho de cantantes melódicos. Me acuerdo de que en séptimo grado me encantaba Nino Bravo, y siempre he tenido como una fascinación por las grandes voces, porque sin duda las escuché de chico. Y por eso deduzco que nunca me llamaron la atención los cantantes de rock. Cuando entré a la secundaria, mis amigos escuchaban, por ejemplo, los Rolling Stones o Don Cornelio y la Zona, y se sabían todas las canciones. Y como yo no los había escuchado, eran conversaciones raras de las que no participaba. Fui a boliches unas seis veces; era un ámbito del cual no participaba mucho. Pero por otro lado, la mayoría sabía que yo tenía familia de artistas relacionados con el tango y el folklore, y entendían que nunca hubiera escuchado a Led Zeppelin. El rock siempre me pareció ajeno: escuchaba música en español, de la que entendiera el discurso, pero siempre muy aferrado a las grandes voces.

- En aquellos años que imitabas al Hacha Ludueña, ¿qué lugar ocupaba en fútbol en tu vida?

-Siempre fue muy importante porque mi viejo era fanático de Talleres y me llevaba a la cancha cuando vivíamos en Córdoba. Ya viviendo en Buenos Aires no fui tanto, pero siempre jugué y tuve el berretín de ser jugador profesional. Ahora es diferente todo. Es más, no recuerdo que ninguno de mis amigos de Buenos Aires no haya querido ser jugador de fútbol o que no haya ido a probarse en algún club, aunque todos sin suerte. Esa es mi generación.

(La nota completa en la edición abril 2013 - Sudestada nº 117)

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Autor

Martín Latorraca